sábado, 6 de abril de 2013

¿Which one´s Pink?


Heme aquí, hablando solo, como es de costumbre. Pero pesando en las reseñas escritas por mis amigos Enrique, Boris y Fabian Esteban Beltrán, sobre sus descubrimientos personales de Floyd; sí, Floyd, con mayúscula y a secas, como dice Boris, y como le decimos miles de entusiastas a una banda inglesa de la segunda mitad de los nostálgicos años sesentas. Sí, una banda de música popular, o pop, nada más y nada menos, que por las razones más misteriosas y particulares, pasaría de ser  una de tantas bandas consentidas por el underground londinense del año 1966, a ser un ícono de lo que los eruditos más empíricos, conocedores, y habla mierda llaman (o llamamos) historia del rock. Pero es que, vale la pena preguntarse, por qué una banda de aprendices de música de clase media alta, que vivían en la cuna de la sociedad científica y académica que siempre ha sido el distrito de Cambridge (Inglaterra), en lugar de continuar con la seguridad de una vida privilegiada, que podría haberlos llevado a realizarse como los arquitectos que Roger Waters y Richard Wright nunca terminaron de ser (cosa diferente con Nick Mason, quien recibió el grado honorífico el año pasado de manos de una universidad londinense), terminarían por convertirse, como tantos otros jóvenes ingleses de su generación, en los inventores de un nuevo estilo de vida, que cambiaría todos los referentes históricos del tradicional Imperio Británico, en tan solo menos de dos décadas, sin ejército alguno. Tal vez, esa vida más predecible, más “english way”, habría hecho de David Gilmour, no una leyenda de la guitarra eléctrica, sino un académico como Richard Dawkins, siendo que Gilmour ha confesado su ateísmo de una manera muy parecida a como lo haría el distinguido biólogo, evangelista del Darwinismo científico y postulante de la teoría de los memes. Tal vez, el profeta de Pink Floyd, Syd Barret, un joven dotado como pocos para la poesía y las artes escénicas, quien dio origen a la banda, y más importante aún, a su intención de ir por un trayecto diferente al del Ryhthm and Blues, el Rock and Roll o el Soul (porque el Blues, el Blues nunca lo dejaron), tal vez habría sido profesor de literatura en la Universidad de Cambridge, y no una figura popular contemporánea, llena de un sentido de despersonalización y carencia de identidad, digno de veneración tanto por “rockeros”, como por “poetas góticos” o hasta adolescentes “Emo”. Claro está, si Barret, así, a secas y con mayúscula, como fue titulado su segundo disco en solitario, no hubiese caído, como todos sabemos, en una enfermedad psiquiátrica conocida como esquizofrenia, que todos, quienes hemos escuchado la crónica sobre la locura que narran las canciones de Floyd, preferimos recordar como la más bella historia que puede contarse sobre perder la cordura, desde Jugband Blues, pasando por todo The Dark Side of The MoonShine on You Crazy Diamond y Whis You Where Here, hasta The Wall. 
Si, tal vez, Roger Waters, quien se topó en su juventud con el intoxicarte y rítmico Rock and Roll, no hubiese tomado el bajo, que podía asir con más facilidad con sus robustas manos, en lugar de la fina guitarra, hubiese escapado de la música, tal vez habría terminado siendo un político laborista, o defensor de los derechos humanos, quien en público daría galas de su fino intelecto sobre la naturaleza humana, inmortalizado en la líricas de The Dark Side of The Moon, pero quien, tal vez, en secreto, habría soñado con ser el dictador y megalómano en el que se convierte Pink, personaje de la historia de la película de 1982 de Alan Parker, Pink Floyd, The Wall, cuando logra despersonalizarse, no para convertirse en el poeta loco e incomprendido que hizo realidad en vida el entrañable amigo, Syd, sino, para convertirse en otra cosa, más apropiada para los confusos finales de los años setentas en Inglaterra, época de caos político y económico en la Gran Bretaña; ¿Un Syd Barret a lo Tatcher?, habría que preguntarle a Roger Waters.
Pero, lo más misterioso, y sorprendente, es el impacto que tuvo, de ahí en adelante, esta historia de locura, este sonido que no era ni Tin Pan Alley, ni Soul, ni Rhythm and Blues, ni Rock and Roll, ni nada que las emisoras populares inglesas y norteamericanas hubiesen conocido hasta entonces. Es solo imaginar ese primer momento en que una canción como Arnold Layne interrumpió en la cotidianidad inglesa. No era una bella composición, como lo es Yesterday o In My Life, ni tampoco un desenfrenado Rock and Roll, como los cientos de ellos que los ingleses recibieron con beneplácito, como SatisfactionYou Really Got Me. Era la historia de un hombre inglés, travestido, sin melodía reconocible, con armonías extrañas, casi desafinadas, una canción que parecía más un cuento infantil enfermizo, lleno de humor negro y sarcasmo, que una pieza digna del té o de las descontroladas fiestas inglesas. Lo curioso, es que esta canción, sorpresivamente, era más inglesa que toda la maravillosa música moderna que irrumpía con The Beatles y The Rolling Stones, que rendía más honores a las tradiciones culturales de Los Estados Unidos, o como dirían los ingleses, con cándida ignorancia, “America”.  El sonido de The Pink Floyd, desde sus inicios, dejaría de ser música inglesa de inspiración americana, y se convertiría en música inglesa por derecho propio, pero novedosa, inesperada. Una música que ampliaría el espectro de lo imaginable, desde las creaciones psicodélicas de Syd Barret, cada vez más parecidas a los ensueños de una obra shakespereana o al estilo Lewis Carrol, que similares a las historias "americanas" retomadas por tantas otras bandas británicas, herederas fieles del folklore estadounidense. Pero, también estoy hablando de esa nueva arquitectura musical que crearía Floyd con los años, que definió un sonido, el del Pink Floyd maduro, el que dejaría las aventuras surrealistas, y en Echoes, haría más concreto un concepto, una forma, inagotable, aunque simple y sencilla. Ese sonido con el que muchos conocimos a esta banda, el de Shine On You Crazy Diamond, el de Breath, el de Time, el que todavía está presente en The Wall con Comfortable Numb, ese sonido que es etéreo, pero bien definido. Esa arquitectura espacial, cósmica, que pareciera revelar todo lo que hay de prístino y elemental en el universo y en toda experiencia humana.
Desde entonces, The Pink Floyd, esa curiosa banda de cinco college dropout´s, crearía un legado musical, que re inventaría a toda una sociedad inglesa, revelando su propio carácter, pero ya en el mundo moderno. Y ese legado, llegaría, como ecos a través de las grandes distancias, pero no para hacer todo “verde y submarino”, sino para encontrar a lo lejos un inmenso público, una gran audiencia, esa cosa con la que Roger Waters siempre tuvo problemas, esa masa amorfa, extraña, que inspira desconfianza con sus halagos y sus necesidades de identificación, de la cual solo quieres alejarte, hacerte ausente, y dejar de ser tu mismo, volverte Syd Barret, volverte el "alocado que ríe". Y esa masa amorfa, somos nosotros, y ellos. Es la dictadura de las mayorías, como diría el filósofo John Stuart Mill. Es la razón por la cual Roger Waters se confesó profundamente desilusionado después de hacer realidad su obra bella y poética, que hizo junto a sus compañeros de Floyd, que es The Dark Side of The Moon. Una desilusión, por encontrar que no hay música, sin público; que no hay obra de arte, sin espectadores; por ver hecha realidad esta gran paradoja de toda mente creativa, que busca, con su ingenio, diferenciarse, para luego, logrando el éxito esperado, ser asimilada por los otros, hasta ya no saber quién es. Es tal vez esta la razón de lo que hace tan especial a la banda The Pink Floyd, y a toda su obra. Pero, en serio, como dice la canción Have a Cigar, “the band is so fantastic, that is really what I think, Oh by the way, which one´s Pink?

domingo, 16 de enero de 2011

Un nuevo clásico


En los años veinte del siglo pasado un joven músico de New Orleáns estaba logrando un nuevo descubrimiento que llenaría a Norteamérica de un nuevo vocabulario musical, creando un lenguaje, aquel con el cual la música popular alcanzaría una absoluta capacidad expresiva, que haría olvidar las convenciones más tradicionales y derrumbaría todos los límites que el naciente ambiente comercial y del entretenimiento ya imponía en esta nueva sociedad norteamericana. Este joven músico era Luis Amstrong, y básicamente, antes de muchos otros músicos, estaba predicando el Blues a todo aquél que pudiera escucharlo. Diez años después un joven músico nacido en el Delta del Misisipi, solo con su guitarra y una voz lastimera, escribió y cantó una nueva música, más rustica que la sofisticada música Jazz de Luis Amstrong, pero no por eso menos efectiva en reflejar un espíritu humano hasta ese momento desconocido; Un espíritu que ahora se podía sentir y predicar sin necesidad de enaltecer mayor virtud que la que tiene cualquier persona, ni esconder ningún defecto. Este joven músico fue el conocido Robert Johnson, quien escribió 36 canciones legendarias de esta música Blues, hija ilegítima del Gospel y la música de iglesia, que como buen hijo negado, heredaría las mejores cualidades. Tanto Luis Amstrong como Robert Johnson fueron dos músicos que lograron predicar el Blues como nadie más. El intento por poder plasmar lo que ellos hacían desde el inicio de esta música, por lo general, era un intento frustrado. Aunque a partir de ellos toda la música norteamericana cambiaría, para dar origen a géneros tan variados como el Swing, el Be Bop, el Rithym and Blues, el Soul y el Rock and roll, ambos jóvenes músicos dieron con un gran descubrimiento, una fórmula simple, pero difícil de reproducir: La de tocar con las notas justas en el momento justo para decir algo realmente importante. Desde entonces, lo que dice una canción no tendría que ser algo que sonara bien en una iglesia, ni tampoco algo que complaciera a muchos. Simplemente, tenía que ser único y personal.
El grupo contemporáneo originario de Ohio, The Black Keys, es una completa rareza en estos días, tanto, como raros fueron Luis Amstrong y Robert Johnson. Porque uno se pregunta, cómo es que surge en estos tiempos una banda tan particular, que sintetiza de una manera única los principios de economía del Blues descubiertos por Amstrong y Johnson casi un siglo atrás. Y es que, aparentemente, esta solo es una banda de garaje, que solo logra sonar bien con un alto volumen electrificado. Más que una banda del siglo XXI, parece la banda de dos nostálgicos que se empeñan por tocar una música proveniente de una emisora “negra” perdida en el tiempo y en el espacio desde los años 50´s. Pero el último disco de esta extraña banda, tan animada como sobria y tan simple como enigmática, es un disco que podría ser Hip Hop con algo más de baterías programadas; Podría ser “rock” en la forma que no hay rock desde The Jimi Hendrix Experience o Cream; Podría ser también un clásico de la música Folk y Blues, si con guitarras acústicas, panderetas y tambores sus dos integrantes nos regalaran sus atrayentes ritmos ilustrados con líricas como pocas se han escuchado desde que Muddy Waters y Lightning Hopkins escribían sobre el mundo que vería el Blues después de la temprana muerte de Robert Johnson. Es curioso, porque ya en esta época, en la cual las ruidosas prédicas de las iglesias y la música comercial habían sustituido en todos los medios aquello que enseñaba el Blues, surge, a alto volumen, una nueva banda. “Hermanos” parece predicar, para ser sintonizada, desde un planeta en el cuál el Blues nunca desmejoró. Un planeta donde todos los músicos escriben cada canción como si fuera la última, para que realmente importe.
Muchas personas que se preguntan cómo se toca el Blues pueden escuchar este disco. Para su sorpresa, tiene las mismas notas de siempre: Por lo general cada canción se queda en una sola tónica, usando las bien conocidas IVs, Vs, IIIs, VIs y VIIs con las que se ha hecho casi todo el Blues. Entonces, por qué suena tan dinámico, tan enigmático? Porque cada nota es justa en medio de los espacios que da una batería incidental, instintiva, y las idas y venidas de una guitarra líder que por sí sola parece crear todo el groove que se necesita en este mundo, recordándonos esa habilidad extraña pero prodigiosa de John Lee Hooker para mantener el ritmo cuando parecía perderlo. Pero todos estos sonidos no serían posibles sin la producción de Danger Mouse ( Gnarls Barkley), un conocido músico que aunque ayude a pulir este disco atemporal en el rock and roll, el blues y el soul, también se mueve en los ámbitos del Hip Hop y la música contemporánea, mostrando que los sonidos de teclados sesenteros, organos de iglesia y guitarras con las distorsiones más nostálgicas no son tan distantes del espíritu que guía la mejor música moderna de Norteamérica.
Pero es el songwriting lo que deslumbra de este disco. Su historia personal, en la cuál Dan Auerbach hace pública una vida que se reconoce tan única como caprichosa ante el amor y la muerte. La promesa de un amor imperecedero en Everlasthing Light crea la viva imagen de una promesa imperecedera que no durará más que una puesta de sol.
Dan, cantando y tocando la guitarra en Next Girl, nos regala el Blues más honesto y mundano al hablarnos de una búsqueda a veces desesperada, pero por lo general afanosa, por aquello que puede distraer a cualquier hombre, una chica, dejando entrever historias previas de desamores:
I wanted love,
But not for myself
But for the girl, so she could
So she could love herself


Pero los desamores solo prometen nuevos amores, como en Howling for you, tal vez una de las canciones más divertidas del Album, en la cuál el que tal vez sea el ritmo más groovy hecho en décadas lleva a un Dan Auerbach a ilusionarse con un nuevo amor, sentenciándose a sí mismo a caer en él, y terminar entonando un dulce “ Da da da da da, da da da da da”, tan ingenuo como revelador.

Es el sencillo de este disco, Tighten Up, la canción en la cual el Soul y el Rhtym and Blues logran una de sus mejores fusiones, con un lamento desinteresado y desesperado por amor:

Sick for days, so many ways
I`m aching now, aching now
In times like these I need relief
Please show me how, show me how

Pero el afán por un amor redentor, por una expiación de todas las culpas previas que lleve al tan anhelado alivio, a escapar de la locura del desamor y los desaciertos en la vida, no lo es todo en el disco. Las confesiones más personales sobre lo que puede salir mal en la vida de un hombre frenético e impulsivo se abren paso en canciones como I`m not the one, una balada Blues como pocas se han escuchado, que dice todo lo políticamente incorrecto en el amor. O en The Go Getter, una radiografía de lo que es ser un buscador de emociones que tiene que lidiar con el sentirse agotado y perdido, mientras cuenta su historia con la más sofisticada poesía Blues que se pueda escuchar en estos días:
Stumble home in the pouring rain
Let the rain eat my worried brain
Some days I just can´t get along
I need the head to leave my shoulders on
Palm trees, the flat broke disease
And L.A has got me on my knees
I´m the bluest of blues
Every day, a diferente way to lose

Una cualidad muy especial en la composición son aquellas canciones que parecen hablar de alter egos, contar historias de otros personajes que encajan perfectamente en la mitología del Blues; En la narrativa frenética, emotiva y desesperada, y a veces violenta. Esta cualidad es tradicional en la composición de la música Blues, existente desde que Robert Johnson nos puso a dudar de si en realidad fue a The Crossroads, y desde que Muddy Waters nos habló de todas las proezas de un hombre que tiene su Mojo trabajando. Esta cualidad es común también hoy en día en el Hip Hop, en el storytelling que se mantiene como una tradición en la música americana, desdeSon House, pasando por Chuck Berry y Bob Dylan, hasta Eminem hablando de Slim Shady y Kanye West contando los infortunios de megalómano egocéntrico y millonario. Pues, los Black Keys lo hicieron con maestría en este Album al contar la historia de un chico siniestro, que pone a pensar sobre qué tanto es un personaje ficticio o no para la banda. Un chico que parece sobrevivir en las calles violentas de un barrio de New York, Chicago o Filadelfia, mientras vende droga para poder sobrevivir, y termina escribiendo la historia de su propia desventura, mientras le vende el alma al diablo y pierde su inocencia:

A sinister kid, is a kid who
Runs to meet his maker
A drop dead sprint for the day he´s born
Straigh to his makers arms
And that´s me, that´s me
The boy whit the broken halo
Tha´s me, That´s me
The devil won´t let me be

Dentro de estas historias paralelas, es desconcertantemente bella la historia de una mujer que asesina a su amante por encontrarlo con otra mujer, con una pistola de diez centavos, Ten cent Pistol. Esta canción contiene una lírica atemporal en el Blues:

There is nothing worse
In these World
Than payback from
A jealous girl
The laws of man
They don´t apply
When blood gets in
A woman´s eye

Pero es al final del disco donde la historia de Dan Auerbach toma un curso, llega a un final, partiendo de la ilusión del amor desenfrenado en The Only One, Everlasting Light, Tighten Up, Howling For You, Next Girl y el cover del clásico de Soul de Jimi Butler Never Gonna Give You Up, pasando por las confesiones de I`m not the one, I`m to afraid tol ove you, The Go Getter, y creando impresiones vívidas de vidas tal vez soñadas, tal vez vistas, en Sinister Kid y Ten Cent Pistol. Y ese final está en la última canción, These Days, una confesión desgarradora de la mayor tristeza que siente un hombre por no poder reconocerse a sí mismo como quisiera, y ver las diferentes facetas de su vida:

These blood red eyes
Don´t see so good
But what´s worse is if they could
World I change my ways?

Wasted times and broken dreams
Violent colors so obscene
It´s all I see these days
These days
Watch what you say, the devil is listening
He´s got ears that you wouldn´t believe
And brother, once you go to him
It´s your soul you can never, never retrieve

Brothers, pareciera ser también un disco sobre morir. Y este tema es el más enigmático al escuchar Unknow Brother, un aparente exorcismo personal en el cual Dan cuenta la historia de un hermano mayor que falleció antes de tiempo, esperando tal vez comunicarse con él, a través de esta música atemporal, tratando de burlar al diablo y a toda la miseria de una vida para alcanzar a la muerte y pedirle que lleve un tierno mensaje con esta música.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Como fue alguna vez el mundo



Dejando de lado los detalles sobre cuándo salió este disco, qué dijeron los críticos, cuánto ha vendido, quienes son sus integrantes y qué edad tienen… solo quiero dejar un testimonio sobre lo que significa esta producción musical, la que tal vez sea uno de los principales logros musicales de los últimos años, y que nos entrega el trabajo de dos jóvenes de Seattle (Washington, USA), que desde la secundaria estaban escribiendo sinfonías populares imperecederas, tal vez adelantadas a su tiempo, tal vez rescatadas de años inmemorables, en los cuales el mundo no era como lo conocemos ahora, pero ya esperaba para ser redescubierto, así sea por momentos fugaces.
Los Fleet Foxes han escrito canciones que se conectan con un mundo que ni ellos conocen, según dicen, pero tienen el gusto de presentárnoslo cada vez que nos conducen por paisajes musicales que rememoran los campos abiertos del noroeste de Estados Unidos, lugar que conserva todavía escenarios inhóspitos, donde los vagabundos y errantes le dan a sus vidas unas dimensiones místicas, poéticas, sobrenaturales, como en los cuentos de Jack London, donde la naturaleza le muestra al hombre su verdad, y este termina endemoniado, de placer, de dicha, por soñarse tan inmortal como las montañas y los valles que dominan este mundo desbordante. Un mundo donde el ermitaño tiene el gusto de saberse todo poderoso, y contemplar a la muerte y a la vida en su propia cara, a través de animales silvestres, aves y pájaros que recorren los aires impolutos, llegando a un cielo que promete una vida eterna, que promete ver el dolor humano como algo más en el horizonte. Donde la compañía no perturba, sino que alimenta; Donde la pérdida solo es un momento de transición entre las estaciones del año; Donde la sangre se confunde con el dulce rojo de las fresas maduras; Donde la nieve es acogedora, por su belleza, inmortal. Pero ahora, déjenme compartirles la forma como yo escucho este album, como me lleva a este mundo, a como tal vez fue alguna vez.
Empieza la música, como empieza el día. Los susurros de los cantantes van creando una armonía tan extraña como familiar. El movimiento de la ardilla da la vida que necesitamos para comenzar, para que cada nuevo amanecer pueda resplandecer, como siempre, y como nunca. Las voces temblorosas van dando cabida a una melodía que creo habérsela escuchado a los cantantes de The Band varias veces, donde las notas llegan a su lugar más conveniente para crear una armonía de tenue brillo, hasta que irrumpe la mandolina, como irrumpen las golondrinas y los ruiseñores al abrirse el día. Llega el golpeteo del ajetreo del nuevo día, como una tonada Gospel, de esas que ya no recuerdan los músicos de country y roots, porque las olvidaron en medio de cantinas y bares, tonadas que todavía recordamos gracias a Bob Dylan y a Neil Young. Luego, el silencio ocupa sus espacios, como los descansos de una jornada en el campo, como las dudas y el temor a los demonios que asechan con sus delirios sobrenaturales. Las armonías vuelven, con aires sinfónicos, como si orquestaran todo el paisaje, acallándose en los momentos de intimidad, momentos de voces que cantan solo para los hombres, y no para los dioses, dejando atrás los lugares sacros y prístinos, con arpegios íntimos de guitarra y mandolinas, voces lastimeras y recuerdos crudos.
Los ritmos hipnotizantes traen imágenes pastoriles y les dan la luz que requieren para brillar por sí mismas. Mantienen el tono para que se reflecten las melodías que van y vienen, como fábulas y mitos, de un mundo tan mundano como místico. La primavera llega, y acompaña al ansia, al canto solitario y desesperado por encontrar a la humanidad en los lugares más retirados. Los pájaros cantan en lenguas, enseñando verdades eternas, sabias, mientras las guitarras y las mandolinas hacen crecer melodías, como crecen las flores en la primavera, buscando la verdad en lugares tan agrestes, como puros y limpios. Verdades que rememoran tiempos antiguos, de cualquier lugar, y de ningún lugar, con arpegios que enaltecen virtudes pastoriles, aquellas que fueron olvidadas en conventos, en seminarios y en ciudades, que solo se recogen en los campos, en el cielo y en las montañas, donde la muerte no amenaza, y solo promete un descanso de belleza eterna; Donde se sufre el saberse mortal por creerlo inverosímil, por el efecto intoxicante de los aires más impolutos de la naturaleza.
En este mundo, las montañas se avizoran, a lo lejos, como poseedoras de los secretos que la naturaleza no ha querido dar a los hombres. Los fraseos musicales cuentan historias de personas perdidas en paisajes que se abren ante ellos, como territorios inhóspitos que los caminantes errantes devoran con sus ojos y sus sentimientos, al descubrirlos. La orquestación vuelve, compuesta por voces, susurros, temblores, mandolinas, guitarras, bajos y percusiones, equivalentes a las sinfonías “surff” de Brian Wilson, tal vez inspiradas en las mismas verdades humanas, que las modas de los sesentas distorsionaron, en medio de imágenes pueriles de atletas y playas californianas.
La voz de Robin Pecknold (cantante principal) cuenta la historia de la soledad en este mundo antiguo, y ahora nuevo. Una soledad protectora, donde la vida y la muerte se confunden con la belleza, en una epifanía que promete recorrer los senderos más antiguos junto con el demonio, el errante más viejo, que narra en medio de su soledad historias de verdades perennes.
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domingo, 26 de julio de 2009

The Beatles - The Rockest




Muchos melómanos y fanáticos del rock se preguntan por qué algunos consideramos a los Beatles como La Banda. Tal vez muchos acepten que en términos de revolución en sonidos y en producción fueron pioneros, asi como en la composición de canciones hermosas y muy bien logradas. Pero muchos tal vez no han visto que esta mítica banda también ha sido una de las más rockeras y compactas de la historia. Todo el rock, el de Zeppelin, Sabbath, Deep Purple, los Rolling Stones, Nirvana, Oasis, Radiohead, The Who, y muchas otras bandas, sin lugar a dudas tiene sus deudas con las canciones más rockeras de los Beatles.

Esta es una colección que hice. Dejé por fuera canciones muy conocidas tamién muy rockeras y también canciones con un mayor énfasis melódico, que es una constante en los Beatles. Esta selecicón puede ser personal, pero me parece interesante. Espero las organicen como vienen numeradas, y las escuchen una tras otra.



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La lista de canciones está en los comentarios.

sábado, 25 de julio de 2009

Television - Marquee Moon




En 1977 la banda de newyorkina Television hizo su debut con su primer album, con el nombre de Marquee Moon (1977). Con el transcurso de las décadas este se ha convertido en un clásico. Curiosamente, como muchos otros discos clásicos, no tuvo un impacto masivo en EEUU, y por el contrario, sí lo tuvo en Inglaterra. Parece ser que los ingleses siempre saben juzgar mejor desde un principio el aporte de las bandas, siendo el caso también con Jimi Hendrix, The Band y recientemente con Kings of Leon.
A mí me encanta Television, porque me permitio valorar una época del Rock que estimaba poco. Los finales de los setenta. Television, junto con Pattie Smith, Talking Heads, Blondie, y diagmos también The Clash, contribuyeron de forma importante con un legado que retomarían bandas como U2, The Smiths y Echo and the Bunnyman, las cuales siguirían desarrollando un rock original, lleno de energía y con buen sonido, escaso durante toda la década de los ochenta.
Television pareciera retomar la música de bandas como Velvet Underground y the Greatfulldead. Parece haber mucho del rock progresivo y psicodélico en sus guitarras, pero también hay poesía en sus líricas y melodías que recuerdan el legado de Bob Dylan y Neil Yonug. Television, junto con Nirvana, es mi banda favorita de todo lo que se pueda llamar Punk, aunque sea difícil afirmar categóricamente que es Punk. Es evidente su influencia en importantes bandas de hoy en día como The Strokes y The Yeah Yeah Yeahs. Television es genial, proque no es radical y categórico como el Punk setentero, pero tampoco deja de ser vanguardista y provocador.
Este Album es considerado uno de los más importantes de la historia del rock, además obviamente de uno de los mejores de los setentas.

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jueves, 16 de julio de 2009

The Folk Singer - Muddy Waters



En 1963, el mítico músico de Blues, McKinley Mongarfield, mejor conocido como Muddy Waters
, publicó un Album extraordinario, The Folk Singer. En esta ocasión Muddy Waters deja su característico sonido eléctrico y retoma el acústico, acompañado nada menos por Willie Dixon en el bajo, Buddy Guy también en la guitarra acústica y Clifton James en la batería.
Este Album es único. Muestra la profundidad de la voz de Muddy Waters y su inconfundible y rico estilo de guitarra Slide, pero ahora en la particular atmósfera de la música acústica, la cual, creo, resalta aun más el valor de su lírica y la fuerza con la cual solo los grandes del Blues logran interpretar esta increíble música, fácil de tocar, pero esquiva para hacerle justicia como debe ser, y como ciertamente lo hacen estas leyendas en este Album.

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